Tango español / Esteban Torres Cobo
Sigo pensando las causas que pueden llevar a que España pase de llama en llama, con diferencia de meses. De lío en lío y más conmocionada que Quito en octubre. Podemos culpar al gobierno socialista en funciones o al vicepresidente comunista, o al encierro coronavírico, pero simplemente las cosas no cuadran. Especialmente porque quienes destruyen Barcelona y Madrid se identifican con el partido que forma parte del gobierno, pero en sus consignas lo tildan de fascista y violento. No se entiende.
En España se queman patrulleros, motos de policía y se destruyen negocios de gente honrada por un rapero mediocre al que han llevado al olimpo en cuestión de días. Hásel, se llama el sujeto. En sus canciones incita a la violencia y a matar al Rey de España y por eso ha sido procesado. Quienes hoy queman ciudades defienden su libertad, y creen que con destrucción se manda el mensaje. Así de mal está el panorama en España, alguna vez una gran patria hoy venida a menos.
Pero quizás esto es solo es la aceituna que le faltaba al cóctel de la podredumbre social que se vive en todas partes. Algo mucho más explícito y reprochable como el abuso policial contra George Floyd también tuvo como consecuencia la destrucción y quema de lo que en la calle esté. Son unas minirevoluciones sin luz al final del túnel. O más bien válvulas de escape. Juzguen ustedes.
Lo cierto es que jamás han estado en mayor amenaza ciertas pautas occidentales como el Estado de Derecho o el respeto al orden, que ya no quiero llamarlas principios o normas porque todos se la pasan por donde quieren. Lo mismo está en declararse ganador de una elección y acusar de fraude sin pruebas ni actas, que destruir La Castellana porque al rapero pijo le sentaría mal la cárcel. O que en Argentina un ministro repartiera las vacunas rusas entre sus amigos y allegados (y estos se jactaran de eso) y dejara un lado a médicos y personal de combate a la epidemia. ¡Qué más da! ¡Hay salida para todo! Y si las cosas se ponen feas contrato un troll center para difuminar la calentura.
“Lo mismo un burro, que un gran profesor”, diría con clase Julio Sosa en su “Cambalache” épico. Julio: cuánto sabías sobre nuestra época que tu tango es el himno de nuestros tiempos. (O)