Telegrama, inteligencia y acción

Columnistas, Opinión

En algo más de medio siglo, se ha transitado, desde la oquedad que facilitaba la comunicación entre pisos de manera tal que el balde suspendido, asistido de una piola y polea, cumpliera su misión de subir y bajar los textos manualmente elaborados para ser telegrafiados y que, superando las dificultades y falta de reserva, propia del documento de marras y sus manipuladores, llegara con la noticia al destinatario.

Desde aquella historia, salvados tiempo y distancia, asistimos a un top ten evolucionado de la comunicación, al punto de insertarnos en la respuesta digital inmediata, proporcionada por la telefonía, la automatización, las videoconferencias y la inteligencia artificial que, agrega tanto como puede y entrega información disponible al instante, amén de conservar en su memoria respuestas y aportes que incrementan significativa y permanentemente su capacidad de contenido y reacción.

Sin duda, hemos dominado importantes jornadas y edificado un estado de convivencia y bienestar -aparentemente- menos complicado, en medida en que las travesías perdieron espacio y su acortamiento, resultado de la transformación de la comunicación, generó certezas de cercanía, independientemente de las distancias.

¡Pero no todo es dulce sabor de recuerdo!

Audaces militantes de “Podemos”, de esos que tras bastidores fueran parte del influjo constitucional de los 300 años, sin que nadie les pida, pretenden enseñarnos que el Estado ha involucionado producto del achicamiento neoliberal de las carteras gubernamentales en los últimos seis años.

Nada más alejado de la verdad que esa pretensión, porque de ser cierta, significaría que mientras más obeso, grande, ineficaz y voraz es el Estado, mejor su capacidad para evitar su deterioro e invasión por mafias y narco actores de la delincuencia organizada que -a diferencia de lo que los audaces proponen- se instalaron en nuestro territorio desde “aquella época de su feliz turismo pagado” con el erario nacional.

Esta suerte de intervencionismos extranjeros sugestivos, no son sino distractores encaminados a generar confusión y ansiedad ciudadana, de manera que el caldo de cultivo en el que cohabitan, con personajes de tan baja ralea (fugados, exiliados y caminantes sobre tejados), pueda mantener alguna posibilidad de supervivencia, porque de las investigaciones y sanciones a sus líderes, se deja entrever su desprestigio y paulatina eliminación.

Los ilusionistas, si así pudiéramos referirnos a ellos, se olvidan de que la historia reciente no se cansa de insistir que, el gobierno para el cual ellos trabajaron y siguen vinculados, fue financiado con recursos provenientes de las mafias hasta que implantó la novedad de la ciudadanía universal; y, de ahí para adelante, se convirtió en causa y génesis de todos los males que aquejan a los ecuatorianos y a otros pueblos latinoamericanos.

Lo importante es que hoy estamos empeñados, con un gobierno joven, temporal, sensible y práctico, a sacarlos del mapa de una buena vez, para recuperar los niveles de paz social de que disponíamos. Nos sentimos partícipes de los hechos y no convidados de piedra, espectadores de oficio o simples “golondrinas” asidas del cable eléctrico esperando que llegue el verano.

En momentos en los que, todos los ecuatorianos con vehemencia repudiamos los ataques del crimen organizado encaminados a coartar la vida, la libertad y la integridad ciudadana, afectando bienes públicos y privados, poco o nada deberían suponernos los criterios mezquinos de sujetos ordinarios como a los que hacemos referencia.

Sea más bien coyuntura explícita para respaldar y fortalecer la unidad nacional en torno de un presidente que está enfrentando -como se debe- al narco terrorismo enquistado en el país, haciendo votos porque los presupuestos que han sido anunciados se cumplan y que, cuando debamos opinar por los cambios, lo hagamos conscientemente, entusiasmados de ser parte de una sociedad que mantiene en alto principios, valores y compromisos libertarios y no se rinde ante ninguna amenaza o afrenta. (O)

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