Tertulia con Adoum sobre intelectuales / Pedro Reino Garcés
Estoy preparando una separata que titula“Tertulia con Adoum en Ambato”, sobre conferencias inéditas. Reflexiones más que interesantes, orientadoras y vigentes en nuestra vida cultural. Los golpes de las oligarquías estatales a la economía que sustenta este quehacer tienen una clara intencionalidad. Lo ha denunciado la CCE. Pero poner en un solo saco a los llamados “intelectuales y artistas” es también una falacia, la que comenta Adoum con una vigencia y claridad meridianas. En todas las artes y acciones de la intelectualidad, así como pasa en los hacedores de historia, ponerse al servicio de las castas es el mayor peligro.
Adoum ha dicho, y léase no solo “escritor”, sino intelectual en general: “Yo quisiera ante todo, aclarar una duda que tengo cada vez que surgen preguntas de este tipo. Se refiere a la palabra “escritor”. Es como si todos los escritores fueran iguales. Mientras los escritores pertenezcan a clases sociales diferentes, habrán tenido experiencias distintas. Tienen intereses divergentes entre ellos. Claro que resultaría fácil decir: el escritor tiene que estar junto al pueblo, el escritor debe luchar junto a su pueblo. Yo lo creo, lo creo por mí, lo creo por casi la totalidad de los escritores ecuatorianos, que por fortuna, o por condiciones del destino nacional hicieron lo mismo. Pero no podemos suponer que un escritor, representante de la oligarquía, que por suerte son escasos, esté junto al pueblo.
La oligarquía tiene unos intereses mucho más urgentes y grandes, que defender la cultura. Creer que herederos de hacendados, de banqueros, de oligarcas, de dirigentes militares…que se dedican por veleidad, (o también por qué no, por vocación fugaz a la literatura), puedan decir lo mismo es una fantasía. Creer que el escritor fatalmente u obligatoriamente va a hacer lo mismo que todos los escritores, supondría negar la lucha de clases en el nivel del pensamiento y de la cultura.”
Nuestro problema son los mecenazgos camuflados. Quienes consumen arte –pintores por ejemplo- son representantes y vinculados a las empresas que compran a buenos precios la obra. Disgustarse con ellos es una tragedia. Conviene hacer trabajos para “agradarlos”. Hay que darles obra entendible y sin mayores encubrimientos simbólicos. Escribir historia con documentos que esclarecen verdades y no adularlos o silenciar injusticias, es cosa de pseudo historiadores apologéticos, de los que ponen flores a la monumentalística. Entonces nos quedamos sin consumo masivo de la producción bibliográfica y deviene el estancamiento auspiciado por la moral de la dependencia.
Adoum: “Otro problema sería de no tratar de encontrar una correlación mecánica, directa, inmediata, entre el texto y la intención. Yo creo que, por ejemplo, muchas de las obras de García Márquez, no son voluntariamente políticas. Expresan una manera de ser, e inclusive son problemas históricos del pueblo colombiano, latinoamericano, aunque no los esté redactando así. Y no es forzosa una voluntad política de denuncia. La denuncia puede venir sin que esté en términos periodísticos, o en términos que aquí duele decirse de panfleto. Yo rechazo este término porque el panfleto es un género literario. Esto quiere decir que la relación no es directa, ni mecánica, ni inmediata. Engels sostenía –y que me perdone el viejo maestro porque yo no estoy de acuerdo con él -.que mientras más oculte el autor su posición política, más útil era la obra. Tal vez eso era verdad en su época. Yo creo que en la nuestra, no. En primer lugar porque no nos interesa ocultarlo. En segundo lugar porque no escribimos para los convencidos, pero tampoco queremos engañar a los no convencidos. Entonces, los escritores de buena fe, pero que no han tomado posición, que nos leen, saben a qué partido pertenecemos nosotros: que es el partido de los humildes, el partido de los pobres. Porque también podría correrse el riesgo de que si no logramos perfeccionar nuestros instrumentos literarios, esa gente de buena fe, podría no saber de qué lado estamos los escritores”.