Tiempos de adviento

Columnistas, Opinión

En nuestra juventud, imbuidos como estábamos desde la niñez por nuestros antepasados, particularmente por los progenitores, asistíamos a la iglesia católica a escuchar la misa celebrada por sacerdotes de viejo cuño, quienes se regían por el tradicionalismo más que por la tradición y menos aún por la reflexión de la Palabra de Dios. Sólo más tarde pudimos escoger al prelado que explicaba convincentemente que, por ejemplo, no era la cigüeña la que traía a un hijo, sino que éste era engendrado por la pasión carnal y que mejor por amor.

Desde entonces creíamos en la fe y la defensa de la religión católica a través de la concienciación del Evangelio y el conocimiento de la historia de la Iglesia. La historia da cuenta que hasta antes de 1.515 no había otra Iglesia que la católica, fundada por Simón a quien Jesucristo le encargó las llaves del Reino rebautizándolo de Pedro (Petrus: “piedra o firme como una roca”) y conminarle que sobre él se edifique su Iglesia, en singular y no en plural. No obstante, el 31 de octubre, Día de Brujas, nacieron otras iglesias con las deserciones de Lutero, Calvino y Zwinglo.

Este breve recordatorio para especular sobre el significado de la Natividad, ahora que vivimos el Adviento: Año litúrgico que comprende las cuatro semanas antes de la Navidad y que tiene un significado elevado para el cristianismo, distante de los festejos impuestos por el mercado y el consumo. Es la evocación de la venida de Jesús, que va más allá del nacimiento biológico al afianzamiento del renacer permanente de los elementos espirituales que adecentan nuestros cuerpos.

Todos los años esta conmemoración estuvo matizada por fenómenos desfavorables. Este año nos han horrorizado escenas apocalípticas a nivel nacional como el asesinato de un líder político, que hoy debería estar en el puesto del señor Noboa. Internacionalmente la guerra entre Israel y Palestina, con secuela de muertes, cuyos cadáveres se desalojan en camiones.

La Navidad debe retornar a sus orígenes de sencillez y virtud que nos enseñó el Nazareno cuando nació, vivió y murió. Esa sencillez que reduce la diferencia entre lo que tengo y lo que me falta, demostrando la lógica de la verdadera economía; Adviento es la celebración de la vida y el amor, no del odio y menos de la muerte. ¡Hay que ensalzar la vida humana, de aquel Hombre que encarnó al ser humano a su imagen y semejanza!  (O)

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