Tipos de delincuentes / Mario Fernando Barona
Cuando la delincuencia lo controla todo, llega a manejar tanto poder que es capaz de lo impensable. Como su esencia es engañar, robar, amenazar y matar, todo lo que quepa dentro de esta descripción es perfectamente posible si son ellos los que mandan.
Como ocurrió durante el decenio de la mayor corruptela en el Ecuador donde el correísmo acometió con ‘ímpetu revolucionario’ todo el tropel de delitos que ya conocemos ampliamente. Estos son los típicamente conocidos como delincuentes de cuello blanco, robolucionarios o políticos ladrones.
Pero hay otro tipo de delincuentes, los que no usan camisa y corbata, los de la calle, los de cuello tatuado, esos que tienen toda la pinta de malhechores y lo son. Y aunque diferentes en apariencia, usan las mismas artimañas: los dos actúan organizadamente, los dos tienen líderes (por lo general prófugos), los dos suman miembros fieles, los dos infunden miedo, los dos persiguen los mismos fines protervos, por lo tanto, los dos se asemejan cual si fueran gemelos separados al nacer. Veamos:
- Cuentan con imponentes centrales de operación desde donde organizan y coordinan todas las acciones delictivas: los de cuello blanco lo hacían desde el Palacio de Carondelet y los de cuello tatuado lo hacen desde la Penitenciaría del Litoral.
- Tienen privilegios como pocos mortales. En el caso de los ‘robolucionarios’ el simple hecho de ser descubiertos copiando una tesis y no ser sancionados; u otro bastante más complejo, como el aplanar un terreno por más de 1 500 millones de dólares y después de once años aún no ser enjuiciados; o tener sentencia ejecutoriada por ordenar un secuestro y seguir cobrando sueldo vitalicio. Por su parte, los delincuentes de la calle construyeron una enorme y profunda piscina cubierta al interior de la Penitenciaría del Litoral en la que ahogan el estrés del sicariato y que cuenta con agua limpia, fondo azul y enormes logotipos del cartel de “Las Águilas” y el alias de Fito Jr. pintados en la pared.
- En torno a estas bandas criminales ocurren hechos irracionalmente ilógicos e impensables, como cuando los ‘políticos ladrones’ participaron con candidato a la presidencia de la República y casi ganan; o, los otros que sin camisa y corbata, gozan y disfrutan de su piscina (quién sabe desde hace cuánto tiempo) sin que los guardias y la policía se hayan enterado siquiera de su existencia. Sí, cómo no.
Las similitudes entre los dos tipos de delincuentes son aviesamente idénticas. Tanto los políticos como los de la calle engañan, roban, amenazan y matan. Si queremos terminar de una sola vez con estas lacras, no hay que tener piedad, deben sentir con fuerza y sin temor que los honestos tenemos el control, la autoridad y el poder. (O)