Tómbola de cargos de públicos / Mauricio Calle Naranjo
Como en los mercadillos e igual que los camiones de ventas con megáfonos, a la voz de ¿quién da más?, así empiezan las nuevas administraciones de Gobiernos Autónomos, Asamblea Nacional y el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Poco a poco se los ha visto posesionarse a los nuevos “honorables” en los cargos de elección popular y de libre remoción, palanqueados por sus “méritos en el muladar”. Aunque en la jerga de los capos, el padrinazgo lo tildan con el eufemismo de “coyuntura” o “voluntad política”. Sorteos por aquí, presiones por acá, estresados por ver donde logran anidarse los gallinazos, mientras el pueblo cuenta los centavos para comer ese día; en el mañana mejor no se piensa; con suerte ¡ya se verá! El ciudadano de a pie, tiene que rogar a los santos a fin de que la fortuna lo acompañe en su jornada. Porque la encuesta de credibilidad no se convierte en almuerzo, porque las bancadas no visten a sus hijos, porque las consejeras/os no le compran las medicinas.
Tapar el sol con un dedo, es imposible. El colectivo se conduele del sufrir de miles de migrantes que prefieren arriesgar su vida con el objetivo de encontrar prosperidad. Por miles se van, ya que no creen en discursos desgastados, no caen en los engaños de la flamante autoridad que solo en campaña saluda y regala abrazos, y cuando se embelesa con el poder, no reconoce ni al compañerito de la escuela, ni al vecino del barrio.
Por bien del pueblo, esperemos que los aclamados cleptómanos no quiebren más al país, preferible que no topen nada, y si lo hacen las consecuencias serán las desgracias del obrero. Se creen alquimistas y piensan que todo lo que tocan se transmuta en oro, pero lo que verdaderamente hacen es llevarse en peso las ilusiones de las juventudes que luchan por un buen porvenir.
Por dios, no se roben las sonrisas, ya sabemos que se llevan los erarios del estado. Consejo: de preferencia quédense en sus castillos rodeándose de sus lambones puesto que, si salen tal vez ya no encuentren a sumisos en las calles. “Hombre, prodigio de soberbia. Investido de su fugaz autoridad, realiza proezas tan fantásticas a la vista de los altos cielos, que los ángeles lloran de pena” (Shakespeare). (O)