Tras una cortina de años
El escritor Jorge Enrique Adoum quizás mas que cualquiera de sus colegas de las bellas
artes, tiene acceso al subconsciente humano. Sus palabras clan hondo, modelas los
sueños, mitigan el dolor de la soledad, destierran encantamientos y presagios,
mantienen viva la memoria de la humanidad. Proveen intimaciones de inmortalidad,
nutren grandes anticipaciones, agudizan el instinto de justicia e imparten el respeto por
la fragilidad de la vida.
Son funciones esenciales para la evolución humana. Sin ellas, la cultura se torna frágil,
se quiebra fácilmente. La sociedad, por consiguiente, debe ser medida, no simplemente
por su demostración de poder sino por su atención a las condiciones de creatividad y a
la aceptación de soberanía de la palabra, como el mas alto valor de la civilización.
Debemos preocuparnos no en la importancia de la sociedad para el escritor, sino en la
importancia del escritor para la sociedad. El escritor produce ideales de su tiempo.
Mas, el valor y la belleza de su pensamiento es legado imponderable para las
generaciones sensibles de hoy y mañana. El escritor proporciona sentido de lo que es
necesario también es posible. Y en los ideales del escritor, la sociedad descubre su razón
de ser.
Tras una cortina de largos años, de incansable producción literaria, fundamentada en el
amor y el dolor del prójimo, Jorge Enrique Adoum ha retornado a la tierra en “su vasija
de barro”; consciente que después del paréntesis de vida, el ser humano no vuelve a
reunirse con las otras partículas de su origen cósmico, vuelve a ser materia prima
generadora de nuevos seres, de nueva vida. Quizás, nuevos homos sapiens, seguidores
intelectuales de la riqueza de la pluma del inmortal escritor.
La tragedia de la vida no es la muerte, sino lo que dejamos morir en nuestro interior…
mientras vivimos.