UMWELT / Mario Fernando Barona
El planeta Tierra bulle de imágenes y texturas, de sonidos y vibraciones, de olores y sabores, de campos eléctricos y magnéticos. Pero cada animal solo es capaz de percibir una pequeña fracción del total de la realidad. Cada uno de ellos está encerrado en su particular burbuja sensorial y no recibe más que una mínima porción de un mundo inmenso. Todas las criaturas (incluidos los humanos) compartimos el mismo espacio, pero cada cual lo experimenta de una forma fascinante y tremendamente distinta.
Mientras que la serpiente detecta el rastro de un ratón mediante las señales de calor corporal que deja, un mosquito huele el seductor aroma del dióxido de carbono de nuestro aliento y piel. Más allá el ratón chilla en un tono que el murciélago oye, pero que es demasiado alto para que lo capte un elefante, quien a su vez lanza un profundo ruido sonoro como el de un trueno demasiado grave para los oídos del ratón o del murciélago, pero que pone en alerta a la serpiente gracias a su vientre sensible a las vibraciones. Nosotros, en cambio, no nos enteramos del chillido ultrasónico del ratón ni del infrasónico bramido del elefante, escuchamos sí el piar de un petirrojo que canta en frecuencias más adecuadas para nuestros oídos.
Esto se llama Umwelt que en alemán quiere decir “entorno”, pero no todo el entorno, sino solo la parte que cada animal es capaz de experimentar. Umwelt es entonces, ese mundo muy particular que percibe un determinado animal.
Siendo así, se supone que todos los humanos deberíamos mantener las mismas características de un solo umwelt, deberíamos vivir y sentir el mismo entorno, y no que, por ejemplo, solo un grupo de gente tenga la facultad de distinguir el olor del ácido butírico para chupar la sangre de otros mamíferos como los hacen las garrapatas, sería absurdo, por lo que en este aspecto efectivamente nuestra especie se desenvuelve en el mismo umwelt biológico, no así, para variar, en el plano de la política donde de acuerdo con la calidad moral de cada individuo convivimos en dos umwelten (en plural) radicalmente distintos.
Por un lado, los honestos que tratamos de practicar una vida digna y sin sobresaltos indecorosos, procuramos llevarnos con gente que detente esos mismos principios, mantenemos relaciones con personas con los mismos valores y cultivamos nuestro día día con personas afines a la decencia; nuestro umwelt en definitiva es sano. A diferencia de muchos políticos revolucionarios a quienes no es difícil verlos bastante cercanos con gente de dudosa moral, exaltando a asesinos y dictadores, compartiendo frecuentes encuentros con delincuentes y narcotraficantes y por si fuera poco, defendiéndolos con uñas y dientes. Su umwelt evidentemente está enfermo.
Como ve, todos los humanos compartimos el mismo espacio, pero moralmente hablando, el umwelt o entorno en el que se desenvuelven los políticos revolucionarios de izquierda y nosotros, los honestos, son completamente opuestos.