Un Estado sin cojones
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La siguiente historia, muy difundida en el entorno empresarial, sería verídica, puesto que según cuenta Jack Scott en una publicación de 1965 a la revista Life, su padre había sido empleado de Henry Ford durante muchos años, transmitiéndosela a su hijo.
Resulta que Henry Ford llamó al ingeniero eléctrico Charles Steinmetz para que arreglara un generador de su fábrica que no funcionaba correctamente. Cuando el técnico llegó a la fábrica analizó largamente el ruido del generador, hizo unos cálculos y de pronto, con una seguridad pasmosa y sin titubeos marcó con una tiza el lugar exacto donde debía darse 16 vueltas de cable a la bobina de la enorme máquina. Cuando se hizo la corrección, ante el asombro de los ingenieros de la fábrica, el generador volvió a funcionar perfectamente.
Posteriormente, Ford recibió una factura de mil dólares que, dado el monto se la devolvió, no sin antes reconocer el asombroso trabajo realizado por Steinmetz y pidiéndole respetuosamente una factura más detallada. ¡Mil dólares en aquella época era una suma astronómica!
Steinmetz accedió a la solicitud y nuevamente entregó la factura, esa vez con el siguiente detalle:
– Marca de tiza en el generador: $1
– Saber dónde marcar: $ 999
Total a pagar: $1,000
La cuenta fue cancelada completa, sin protestas ni dilaciones.
Nuestro país necesita con urgencia un Charles Steinmetz que sepa exactamente dónde marcar, cuántas vueltas hay que darle al tornillo y lo que es más, que lo haga con determinación, aplomo y firmeza. ¡Con cojones, carajo!
No es justo que ni siquiera la declaratoria oficial de guerra al narcotráfico sea suficiente para que el Estado deje de ser humillado. Y no lo es porque ese Estado sigue apretando un único tornillo (cuando no solo es ese el flojo) con miedo, sin fuerza ni autoridad.
¿Piensa que exagero? Cómo explica entonces, que en pleno estado de guerra no le hayan otorgado protección al fiscal César Suárez que, entre otros, llevaba el caso del asalto armado a TC Televisión y termine asesinado; o que a pesar de advertirles que también podrían ser considerados terroristas, los narco-jueces sigan concediéndoles libertad a narcoterroristas.
¿Hasta cuándo vamos a seguir soportando la falta de fuerza testicular del Estado? Si este famoso “estado de guerra” es lo mismo de siempre solo que con más hombres y armamento, sigan nomás varios años más apretando el perno con la dulzura y candidez propia de los perdedores.
Y si mi indignación en este escrito piensa que está subido de tono, lea la columna del destacado jurista y analista quiteño doctor Felipe Rodríguez quien en relación al tema escribe: “¡Métanse su discurso de heroicidad (refiriéndose al fiscal asesinado) por el mismo orificio por el que le salen las ideas! Porque en este país las estrategias para enfrentar el crimen organizado se defecan.” (O)