Un proyecto de vida / Gabriel Morales Villagómez
Quedan pocos días para que los jóvenes de la catequesis, reciban el Sacramento de la Confirmación luego de dos años de preparación.
El grupo de adolescentes de la Vicentina, ha sido diverso, de entre 13 y 15 años, hombres y mujeres con ilusiones, cada uno con sus carismas y habilidades, cada uno con su propia historia de vida, todos con sus sueños y frustraciones.
Cuando iniciaron su preparación en septiembre, encontraron en el aula de catequesis varias plantas totalmente secas, habían muerto durante el período de vacaciones, entonces, cada uno hizo el compromiso de cultivar un geranio que lo presentarían como ofrenda el día de su Confirmación. Así cada fin de semana de catequesis había que afanar su plantita, regarla, quitar su hojarasca seca y remover la tierra.
A la par los jóvenes fueron ensayado junto con su geranio la construcción de un proyecto de vida, tratando de superar las dificultades del colegio, los problemas familiares y algún vacío emocional que deben vivir con los cambios físicos, sicológicos y afectivos, propios de su edad.
Trataron de plasmar un plan de vida y sintetizar un compromiso para ser buenas personas, proponerse metas, planificar su futuro. Junto con la palabra de Dios se realizó una proyección para descubrir cuál era ese plan que tenía Dios para sus vidas.
Algunos no pudieron ser constantes en la catequesis por diversas circunstancias, ellos descuidaron su preparación, alguien no apareció más y aunque se trató de buscarlo para que retorne al grupo de catequizados, no regresó por la parroquia y consecuentemente su geranio se ajó, sobrevivió por el comedimiento de algún otro joven, pero ya no tenía la misma lozanía y cuidado que le daba su dueño.
En el mes de abril las plantas desaparecieron del aula, a algún auxiliar de limpieza se le ocurrió llevarse las plantas hasta los jardines en donde se ajaron, algunas no sobrevivieron y otras pudieron ser rescatadas, hubo que empezar de nuevo.
En mayo la planta más hermosa, el geranio de Mateo -cuyos padres fallecieron en un accidente de tránsito y que según nos contó ahora vivía con su padrino- desapareció del aula y paradójicamente, también con él hubo que sembrar un nuevo geranio y empezar de nuevo.
Los jóvenes están próximos a presentar sus vidas ante el Obispo. El aula es un hermoso manojo de geranios, de todas las especies y de todos los colores, así como el grupo de jóvenes que han sustentado su fe, grupo diverso, lleno de vida, jóvenes con todas las ganas de triunfar y cumplir sus sueños. Culminan con la preparación Sacramental y antes de la Confirmación, ya solo les queda la convivencia, la confesión y el “a Dios”. Todos empiezan a sentir tristeza por tener que separarse.
El Obispo, el párroco y el catequista, no podrán nunca afirmar que la labor con los jóvenes está cumplida, pues siempre habrá dificultades, errores que corregir, barreras por vencer, siempre sus vidas serán una construcción de aciertos y errores.
Ojalá que así como la parábola del sembrador, la semilla haya caído en buena tierra y dé fruto, al ciento por uno. (O)