Un virus más letal que el Coronavirus / Dr. Guillermo Bastidas Tello
En mis continuas charlas y conversaciones con los usuarios de las redes Sociales, he visto y he sentido a personas cabizbajas, tristes, melancólicas, abatidas, desanimadas, decaídas con ansiedad o solitarias, victimas de sus propios pensamientos parásitos, obsesivos y rumiaciones mentales.
Los temas habituales son: me voy a morir, me voy a infectar del COVID 19, se van a enfermar mis familiares, es el fin del mundo, es el apocalipsis, es un pecado de Dios, nadie me quiere, me han traicionado, no sirvo para nada, no vamos a salir de la crisis.
La Organización Mundial de la Salud informó recientemente que no existe evidencia científica comprobada para sustentar que el contagio del coronavirus pueda propagarse suspendido en el aire; pero ahí estamos y seguimos con los pensamientos parásitos, elucubrando y amargándonos la vida.
De lo que sí tenemos evidencia es que, frente a situaciones dramáticas y extremas se activa un virus social siempre oculto y, suspendido en el medio ambiente, un virus más peligroso, dañino y agresivo que el corona virus, que se expande rápidamente y velozmente, este es llamado el VIRUS DEL PÁNICO.
Este virus cuenta con una poderosa capacidad para autorreplicarse a una velocidad acelerada. El caldo de cultivo para su propagación es la desinformación, la ignorancia del pueblo y la poca cultura sanitaria de la sociedad.
El virus del pánico genera un problema geopolítico y un fenómeno socio endémico de gran impacto, el cual es manejado por las esferas del poder y las transnacionales farmacéuticas.
La sociedad puede generar los anticuerpos necesarios para vencerlo y prevenir nuevos contagios, con lo cual impediríamos la propagación aritmética.
La primera línea de defensa, el principal anticuerpo con el que contamos es cumplir con la ley, códigos y disposiciones. Por lo tanto, su incumplimiento -individual o colectivo- es una forma de acribillar los cimientos en los que se asientan nuestros derechos y defensa en contra de la PANDEMIA.
NO es posible que mientras la mayoría cumple con la Emergencia Sanitaria, existan irresponsables autoridades y población que arengan la presencia de ventas ambulantes y apertura de centros de comercio sin las debidas protecciones; a esa incultura de la ‘ilegalidad’ tan propia de países subdesarrollados, genera lo que Carlos Nino la denominó “anomia boba», ya que el resultado final de la inobservancia de la ley es, paradójicamente, la autolesión de bienes jurídicos de quien viola la ley.
Por lo que exigimos quienes respetamos la Ley y Normas en estas circunstancias de emergencia Sanitaria se debe exigir el cumplimiento de la ley, que no solamente es una responsabilidad cívica sino una forma de preservación de la especie.
Si no se entiende por la Razón deberá hacérselo por la Fuerza, estamos en u estado de Emergencia Sanitaria y hay que respetar la Emergencia, caso contrario las autoridades y los irresponsables de siempre deberán responder a la Historia de la Humanidad su incumplimiento. Por esa razón el Poder Ejecutivo Nacional dictó medidas de ‘Aislamiento social, preventivo y obligatorio’ imponiendo a la ciudadanía a “permanecer en sus residencias habituales” y abstenerse “de concurrir a sus lugares de trabajo” con la finalidad de “prevenir la circulación y el contagio del virus COVID-19
Por lo tanto, deviene imprescindible en este momento evitar la generación de tensiones virulentas, pánico, ansiedad, angustia que puedan alterar la Salud Mental.
Solicitamos a nuestros elegidos, que desarrollen las medidas precisas para enfrentar la pandemia, recordándoles aquella frase de Cicerón, establecida, que rezaba “Ollis salus populi suprema lex esto” (“La salvación del pueblo es ley suprema”), tan importante para garantizar el bienestar físico de los ciudadanos, como la protección de sus derechos y garantías individuales.