Una nueva medicina / Kléver Silva Zaldumbide
El haber tenido de paciente a una colega médica, me invitó a explorar las apasionantes posibilidades de la utilización de un ángulo de vista de la salud lo suficientemente racional y humano como podamos objetivar. El esfuerzo principal consistiría en unir la venerable riqueza de la Medicina Tradicional Oriental con los vertiginosos avances científicos de la ciencia médica moderna occidental, buscando satisfacer al paciente en su desesperada búsqueda de alivio a sus dolores.
La realidad de un ser vivo viene toda junta (integrada), su energía (si se habla de la energía biológica, ésta es la «fuerza en acción» capaz de producir emociones como la ira o la tristeza y eventos fisiológicos como el movimiento muscular o la secreción glandular, sin una necesidad inminente de que ninguna ciencia la desintegre). Hoy por hoy, ninguna rama médica puede seguir correspondiendo al pensamiento físico clásico o newtoniano o al pensamiento cartesiano que le es tan afín, ya que esa sería razón por la cual se seguiría considerando al ser humano como una criatura escindida en cuerpo y mente, y al cuerpo como un mecano cuyos órganos están misteriosamente ensamblados, pero no íntimamente articulados y mucho menos «animados» por la energía básica de la vida.
La medicina actual utiliza tecnología moderna para explorar el interior del organismo como el ultrasonido, la resonancia magnética funcional, etc. (aplicaciones prácticas de la física moderna, ciencia que descifra en parte los fenómenos de la acción de la Acupuntura), pero ni siquiera estas positivas incorporaciones han logrado modificar la rígida coraza teórico-práctica de determinadas áreas de nuestra escuela médica.
En realidad, y gracias a este statu quo algunas estrategias médicas quizás no se encuentren tan brindadas hacia el ser humano, porque podrían estar atrapadas en su pertinaz mecanicismo y en su creciente dependencia mercantil que convierten al paciente y al médico en rehenes de una ineludible práctica sometida, sumisa y dependiente. Quizás las circunstancias de pertenecer a un sistema de consumo y mercadeo, la ciencia misma se vea un poco limitada a lo neutral, a lo imparcial en su generosidad de descubrimientos. Por todo ello creo que el punto no es encunetarse en controversias de grandes “crisis teórica-practicas”, sino esforzarnos por fundar una medicina más humana y eficiente. Claro que pretender valorar lo mejor de cada escuela no invalida la necesidad de disponer de una sólida herramienta básica que funcione de soporte para formular una nueva medicina fundamentada en los dos reconocidos pilares de la medicina: la honesta práctica clínica y la investigación libre de compromisos económicos. Tal basamento debe orientarse en una interpretación holística del funcionamiento del ser humano. Más que la sola corrección del síntoma de consulta, debemos buscar, complementaria o suplementariamente, dependiendo de la enfermedad, el arma más inocua e inofensiva para su tratamiento integral. (O)