Vance y la destrucción por adentro
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El vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, les dijo a los gobernantes de la Unión Europea, en la reciente conferencia de Múnich, que sus países estaban destruyéndose desde adentro no sólo por la fácil penetración árabe en su cultura y en sus creencias cristianas sino por haber sucumbido a la ideología de género y a un ambientalismo destructor. También les acusó de haber debilitado el espíritu innovador y empresarial con excesivas regulaciones y controles, así como de no haber invertido lo suficiente en defensa. En otras palabras, les recordó que en sus políticas erradas e ideologizadas estaban las explicaciones de la decadencia del Viejo Continente.
Pocos días después, Trump decidió negociar directamente con Putin la paz en Ucrania, sin la presencia de gobernante alguno de Europa. Ante semejante bofetada, Macron, Presidente de Francia, convocó a un reunión de emergencia a sus contrapartes de la Unión Europea, sin resultado alguno. En los tiempos de Churchill, Adenauer, De Gaulle, De Gasperi, líderes sobresalientes, no le hubiera sido tan fácil a un presidente de Estados Unidos marginar a los dirigentes europeos. Pudo hacerlo porque, desde hace aproximadamente un lustro, líderes mediocres han ocupado las posiciones de dirección en los países europeos. En Alemania, por ejemplo, ya no está Merkel. Es el precio que deben pagar las naciones cuando son dirigidas por dirigentes sin visión trascendente y sin el compromiso de mantener los pilares del edificio social. Con gusto han permitido que caigan las bombas costosas del medioambientalismo fanático y de la ideología de género, sin importarles los altísimos costos para el Estado y las empresas y el empobrecimiento de su gente, especialmente, en el campo.
Trump y su vicepresidente se ufanan de haber rescatado a Estados Unidos del abismo al que le había arrastrado Biden, con sus políticas parecidas a las europeas. En menos de un mes ha dejado la ideología de género de ser el catecismo en la educación y en la administración pública. La obsesión por la transición energética, por su parte, se ha difuminado, a tal punto que han desaparecido las prohibiciones a la fabricación y uso de vehículos de combustión y se ha dado luz verde a la explotación petrolera.
El drama ecuatoriano es el resultado de la destrucción desde adentro, con presidentes sin la talla de estadistas, que no invirtieron lo necesario en defensa y seguridad, diezmaron el aparato productivo, destruyeron las finanzas públicas y, en algunos casos, cayeron en la trampa de la ideología de género y del ambientalismo ideologizado. El presidente Noboa, desde hace un año y medio, está tratando de reconstruir el país. (O)