Vejez Feliz / Mirian Delgado Palma
La vida es una novela que acopia los capítulos de las etapas de la existencia del ser humano, desde el nacimiento hasta su muerte. Representa en la vejez, una biblioteca de recuerdos pasados, en los que se evidencia cuan fructífera fue, o es su vida. Este maravilloso paisaje que contiene pinceladas de las vivencias narradas durante su camino simboliza una enciclopedia de motivantes enseñanzas para su círculo familiar y social.
Llegar a la vejez, es una bendición de Dios, desde luego, si se goza de una salud aceptable que le brinde autonomía, seguridad y alegría en los próximos días de su existencia. Es importante resaltar, que, la vejez física esta medida con el termómetro de los años, -60 en adelante- pero el espíritu, que no envejece, y que contiene la esencia misma de la vida, esta medido con el termómetro de la felicidad.
Se ha comprobado, que las personas de mentalidad positiva, que generalmente son felices, envejecen lentamente, por su estado de lucidez y su postura erguida; son más activas que sus contemporáneos/as, que padecen depresión y angustia. No cabe la menor duda que la felicidad, es un estado de ánimo maravilloso del alma, es una oportunidad en la vida para ser más creativos, más soñadores, más dinámicos. Su éxito se mide en términos de enriquecimiento espiritual, de buena salud, física y mental.
Por lo general, en nuestra cultura, se conceptualiza a la vejez, como una etapa de la vida sin importancia, inútil, sin propósitos; ¡qué equivocados estamos! Precisa citar a personajes que llegaron a esta etapa maravillosa de la vida; sin reproches, sin lamentaciones, sin añoranzas, como el Papa Francisco, la Madre Teresa de Calcuta, el Ab. César Trujillo; entre otros. Aquí cabe una pregunta ¿Cuál es el secreto de su fortaleza, su capacidad y energía…, para regalar al mundo tanto trabajo? Sin duda ¡la felicidad!, que edifica y construye. La sabiduría acumulada de estos insignes personajes se ha puesto al servicio de la humanidad. Qué grandes satisfacciones han logrado en la postrimería de sus vidas; y, que extraordinarias enseñanzas nos queda como legado.
La añoranza de la juventud, no debe ser una lamentación permanente, todo evento tiene su tiempo y su espacio. La vida puede ser comprendida, solo mirando hacia atrás; pero puede ser vida hoy, si miramos hacia adelante. El envejecimiento, no debe asustarnos, es un estado natural y divino de la vida, pero repleta de mucho juicio y comprensión, para irradiar luz a las nuevas generaciones que peregrinan por el mismo sendero.
La nostalgia del pasado debe ser enterrada en el campo del olvido, de no hacerlo estropeará sus vidas, les quitará la ilusión de vivir, robará sus sueños, anulará su futuro y moverá prisa las manecillas del reloj, en espera del deceso final, como última alternativa. Una vida sin sentido es una muerte lenta, están sepultados antes de tiempo, quienes no aceptan la alegría de vivir el presente. La época pasada debe ser reconocida como una conquista y no una pérdida.
Bajo estos razonamientos podemos concluir que no existe la edad, nosotros somos los que creamos. Si no creemos en la edad, no envejeceremos hasta el día de la muerte y llegaremos triunfantes hasta el último peldaño de la vida, si así es la voluntad de nuestro Creador. (O)