Vernos a nosotros mismos / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Cada vez es más frecuente encontrar en las investigaciones científicas las importantes relaciones entre la enfermedad física y respuestas emocionales solapadas en ellas. Las fusiones de distintas áreas de la ciencia médica han contribuido de modo notable al desarrollo de nuevos campos interdisciplinarios, la psico-neuro-inmuno-endocrinología, la psicobiología, la neurobiología entre otras que en los últimos años han experimentado un gran desarrollo.

Este frenético mundo evidencia irritabilidad, intolerancia, vulnerabilidad emocional, baja tolerancia a la frustración, orgullo malsano por naturaleza competitivo que no obtiene placer de obtener algo, sino solamente obtener más que el otro, es decir es la comparación lo que lo hace al orgulloso, el placer de estar arriba del resto. Que distintos serían el mundo y la vida si supiésemos con tanta claridad, así como lo que no tenemos, lo que tenemos.

Si tan siquiera por un momento pudiéramos vernos al margen de las emociones tóxicas, entonces sería posible iniciar un trabajo realmente serio sobre nosotros mismos. Sin embargo, estas emociones están presentes de manera obsesiva y en todo momento sumiéndonos cada vez más profundamente en la esclavitud del sobre estrés. Nuestra vida está plagada de estas emociones negativas, por esto, el trabajo con las emociones negativas es ciertamente uno de los más urgentes e importantes.

La deformidad moral generalizada, la ausencia de hombría de bien, la carencia de dignidad social resultante del raquítico espiritualismo y la ausencia de orientación de principios en edades tempranas de formación, son amenazas constantes que propenden a dañar el carácter de las personas y a experimentar resentimiento, ira, amargura, frustración, indignación y un impulso ruin a ser, irremediablemente, uno más y, con falso quemeimportismo, formar parte de esta cadena de deshumanización y desmoralización humana. Todos estos fenómenos tediosos provocan un vacío existencial del ser, condenando a la humanidad a bascular eternamente entre la tensión, el hastío y el aburrimiento.

Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida, tenemos que aprender por nosotros mismos, que en realidad no debemos esperar de la vida sino saber que la vida espera de nosotros, nos invita incesantemente a asumir responsabilidades tomando actitudes positivas y adaptándonos, tanto a soportar cargas imprevistas, como a disfrutar las bondades que ésta nos ofrece. Así no viviríamos con agobio constante de un inconformismo enfermizo que nos genera sentimientos de infelicidad.

Hacernos conscientes de nuestra responsabilidad ante el otro ser humano que espera con afecto para realizar cualquier obra o servicio requerido. Si nos esforzamos por conocer el porqué de nuestra existencia, podremos soportar, obviamente, cualquier cómo.
Se dice que solo hay una cura para las emociones tóxicas, y es el vernos a nosotros mismos y, mientras eso no suceda, no existirá fuerza que pueda neutralizar nuestros egoísmos porque permanecerán intactos ante cualquier cosa que hagamos. Se convertirán en un sentimiento negativo y tendremos muchos conflictos servidos a la carta. (O)

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