VIVIR CON ILUSIÓN, NO EN ILUSIÓN

Columnistas

Si lee mis columnas regularmente, habrá notado que últimamente me he propuesto ir
alternando mi opinión semanal que suele ser de divulgación científica salpicada con una
que otra chispa de política, con las enseñanzas del libro Un curso de milagros (UCDM),
del cual comencé a hablar en la columna titulada La fuerza de las creencias nos
embrutece, publicada el pasado 1 de octubre. Lo hago porque pienso que más allá de
cualquier creencia o lineamiento religioso que profesemos, lo que allí se dice aplica a
todos sin excepción y su mensaje podría despertar a más de un lector.
Por eso hoy comparto este mensaje cuyo título es un contrasentido que cambia
radicalmente el significado de la palabra “ilusión” con solo anteponer el prefijo “en” y “con”.
De acuerdo con UCDM vivimos -en- una ilusión, un sueño donde nada es real, todo lo que
sentimos, vemos y creemos cierto no lo es; y es que esta ilusión, amigo mío, es producto
del proceso de separación de Dios que usted y yo hemos experimentado.
Sí, yo sé, así de sopetón, esta idea no es simpática ni mucho menos creíble, y le doy la
razón porque requiere de una explicación más profunda y detallada que prometo dársela
en posteriores entregas, pero por ahora, tenga la gentileza solo de acogerla como una
simple idea a la que no le damos ni le quitamos ningún crédito.
Nuestro reto como Hijos de Dios, es despertar de ese sueño y deshacer esa ilusión que
minuto a minuto alimenta el olvido de saber quiénes somos y de dónde venimos. Vivir
(literalmente) esa ilusión nos impide recordarlo.
Por otro lado, vivir -con- ilusión es hacerlo sin miedo, con la seguridad y certeza de aquel
que ha despertado, es la clave para mantener la sonrisa propia de una persona
apasionada que busca y se emociona con lo que podría venir.
Por eso, quien vive en la ilusión no es más que un títere sin alma, triste protagonista de
una fantasía, un invento, una fabricación. Quien vive con ilusión es forjador de su propio
entusiasmo y de su propia esperanza, empodera su futuro en el presente, existe en
cuerpo y alma, simplemente es.
Si usted no reconoce ni acepta que su día a día se desenvuelve en la ilusión, seguirá,
como hasta ahora, sumido en el miedo y la culpa, continuará alimentando su ego y
disecando su Espíritu, a lo mucho se mantendrá sobreviviendo. En cambio, reconocer
esta falsa realidad le permitirá ver el futuro con ilusión, disolver esta fantasía será la mejor
y más efectiva forma de acercarse a Dios, mantenerse activo, pleno, lleno de vida y con
espíritu joven.
En resumen, el contrasentido cobra sentido cuando entendemos que para deshacer la
ilusión debemos vivir con ilusión.

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