Volver al CIADI / Esteban Torres Cobo
Las inversiones no se fijan en las buenas intenciones. Necesitan acciones para confiar o para volar. Dicen el animal más asustadizo del mundo es un millón de dólares. Y no mienten, porque pasa constantemente desconfiado y con miedo, precisamente, de que solo buenas intenciones le aparezcan. Por eso hablamos de la cacareada seguridad jurídica, concepto prostituído que no tiene grises: o existe o no existe. Y fundamental para que alguien decida invertir o desinvertir.
Lamentablemente, en nuestras democracias latinoamericanas ese concepto no hay tenido el efecto esperado. De ahí que meter mano en la justicia, proletarizar la carrera judicial y destruir lo poco bueno que alguna vez se decidió y que evolucionó en jurisprudencia de arraigo utilitario y tradicional más que de imposición no sea jamás un buen negocio a corto, mediano y largo plazo.
El mal manejo político del CIADI constituyó un terrible error y una tergiversación que nos costó mucho. Nunca fue cierto lo que dijeron de que el Ecuador solo perdía en este centro de arreglo de disputas. Ganamos y perdimos. Y en los casos que lamentablemente perdimos no fuimos tampoco unos angelitos extorisionados por los malvados de las pailas calientes. En el propio CIADI y en el resto de centros internacionales de solución de disputas una lista de árbitros que siempre fallaban a favor de Estados latinoamericanos eran seleccionados, empezando por la jueza Stern.
El CIADI es uno de los más importantes centros a nivel mundial para resolver controversias entre Estados y empresas. No es el único, pero su relevancia es superior a la de la mayoría de centros similares.
Por eso es positiva la vuelta al CIADI, materializada con la firma de la embajadora del Ecuador en los Estados Unidos. Ahora, será la Corte Constitucional la que tenga la última palabra sobre la ratificación y aprobación y si tiene la Asamblea Nacional que tratar el tema.