Y la luz se hizo

Columnistas, Opinión

Cohabitamos un mundo que, pecando de inocente, trasciende hasta la cojudez y terminamos por considerarnos -sinceros- cuando no sabios, o por lo menos aspirantes a serlo. Y en esa línea creemos en todo lo que nos dicen y, cuando ya no nos dicen nada, igual… creemos en la nada, porque algún recuerdo bueno nos habrá dejado “alguien” en algún momento de nuestra vida.

Entonces, vivimos de recuerdos y algunos, son imborrables. Otros no tanto; y, finalmente los demás son aquellos que ya no nos pertenecen, porque abandonaron nuestro fuero interno y viajaron más allá de lo que suponemos.

Pero lo que jamás podemos olvidar son las sombras. ¡Si! Las sombras del que nos vigila todo el tiempo, sin que ni siquiera tenga la función de guardián. Las sombras de la duda, cuando se nos mete entre ceja y ceja, que hay algo más allá que definitivamente no termina de cuajar. Las sombras de la tarde, cuando el sol se oculta y apenas si deja entrever las siluetas con tinte anaranjado bailando en el horizonte. Las sombras de la iniquidad, cuando los delitos se muestran de cuerpo entero y una mano sobrenatural, acompañada de un enceguecimiento sospechoso, permite al causante, abandonar el recinto carcelario para que vaya a su casa a disfrutar de su paz interior mientras la víctima clama “justicia” aun estando muerta.

Una sombra que, no es más que una región de oscuridad, porque la luz es obstaculizada u ocultada, puede también ocurrir cuando todas las verdades se enfrentan, para remover el pasado y emprender un viaje en búsqueda de lo único que podría ayudarnos a descubrir una certeza, o bien, un secreto silenciado durante décadas.

Consecuentemente “el apagón oorganizado” viene a ser una suerte de sombra programada para identificar la capacidad de resiliencia de un pueblo, mientras una mano oscura intenta cambiar voluntades y pareceres.

“El siglo de las luces” es una expresión que referida a una época en concreto durante el siglo XVIII, hace alusión a un movimiento intelectual y cultural que tuvo lugar en Europa, período conocido por su énfasis en la razón, la ciencia y el escepticismo hacia las tradiciones y la autoridad establecida, lo que resultó en grandes avances en ciencias, política, filosofía y arte.

Intentando una cercanía con el pasado y de cara al futuro ¿no será que podemos intentar algo parecido, para rediseñar el esquema político-estructural que tanto desequilibrio nos ha causado?

El vehemente deseo de los ecuatorianos es mejorar sus condiciones de vida.

Y en ese desafío los agoreros del desastre no pueden ni deben ser bienvenidos.

Han lucrado de todos los vientos y en todo momento, vaticinando realidades incumplidas y como adoradores del fracaso, solo buscan acelerar el mal para las buenas intenciones.

Las recetas bajo el brazo, cual boticario de pueblo, dieron paso a las propuestas mesuradas de una nueva visión de futuro en la que, ese tipo de manifestaciones y detrimentos no tienen cabida.

Como en el Siglo de la ilustración, permitamos que las cosas sucedan para aventurarnos a criticarlas o ensalzarlas. Pero no antes de que el nuevo mandatario electo asuma el poder. Dejemos que la luz brille por sobre los apagones y las sombras y nos encamine en el sendero correcto. !Por eso votamos! Por eso elegimos e identificamos en quien confiar nuestro destino.

Lo más seguro es que en diciembre próximo, la luz se haga.

Y ese cambio, no solo físico sino sobre todo moral, ético, espiritual y racional, signifique para todos nosotros el inicio de un siglo diferente, en el que nos cobije la prudencia, la honestidad, la eficiencia y la eficacia.

Que la improvisación, la imprudencia, el desencanto y el desatino queden atrás y se dé paso a una nueva ilusión de vida y superación.

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