ZOMBI ELECTORAL/ Mauricio Calle Naranjo

Columnistas, Opinión



Sin conciencia, ni memoria política, son las características del ecuatoriano común. Somos un país que arrastra una herencia cultural, la cual ha ocasionado la realidad en la que vivimos. En una introspección sincera del ciudadano, se confirmaría que no tiene empatía por el interés común de la sociedad, y concentra sus esfuerzos a fin de cumplir sus objetivos personales y mezquinos. El ecuatoriano debe dejar de culpar a terceros por el acontecer político que atraviesa el país, debido a que las autoridades que tenemos no llegaron solas al poder, sino que el pueblo en su gran mayoría los eligió. El escenario político, malo, pésimo, paupérrimo del Ecuador, visualiza la composición intelectual y cultural de la colectividad.

A pocos les interesa un porvenir próspero para la población en su conjunto. Cada quien camina con sus intereses individualistas. Aparte del fútbol, no existe otra razón, con la cual el ecuatoriano se cohesione y piense colectivamente. De aquí parte la contextualización del zombi, la Real Academia Española define a este adjetivo como “atontado, que se comporta como un autómata”. Pues es así, como los sufragantes, luego de la manipulación de la campaña electoral, sin revisar las propuestas del candidato, se acerca a la junta receptora del voto, más por obligación que por convicción cívica. Sufraga en modo automático, motivado por: la foto en la papeleta, por quien invirtió más dinero en la campaña, porque le prometieron un puesto de trabajo o un contrato como proveedor, otros en cambio, son condicionados por sus jefes ya que la empresa donde trabaja auspició a determinado candidato, etc. Existen diferentes razones donde cada individuo desperdicia su derecho al voto y, a un alto porcentaje, ni siquiera conocen o poco les importa el programa de actividades, las responsabilidades y competencias de los cargos a los que aspiran los candidatos.

Por un país mejor, dejemos de ser zombis el 05 de febrero. Votemos con conciencia, estudiemos al candidato y sus propuestas. A parte de ser un deber cívico, hagámoslo por un Ecuador que tenga un buen futuro. Un país donde nuestros hijos vivan orgullosos de ser ecuatorianos. El cambio es posible, pero depende de cada uno de nosotros.

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