Ántoni Gaudí o la imaginación en la arquitectura /Ing. Patricio Chambers M.
Ántoni Gaudí fue uno de los más grandes arquitectos del siglo pasado. Vino al mundo en Reus (Tarragona – España) el 25 de junio de 1852.
Persona dotada de una fuerte intuición y capacidad creativa, contaba además con un sentido innato de la geometría y el volumen, así como su gran imaginación creadora que le permitía incluso proyectar mentalmente la mayoría de sus obras antes de pasarlas a planos.
De hecho, pocas veces realizaba planos detallados de sus obras; prefería recrearlos sobre maquetas tridimensionales, moldeando todos los detalles según los iba ideando mentalmente. En otras ocasiones, iba improvisando sobre la marcha, dando instrucciones a sus colaboradores sobre lo que debían hacer.
Gaudí concebía sus edificios de una forma global, atendiendo tanto a las soluciones estructurales como a las funcionales y decorativas. Estudiaba hasta el más mínimo detalle de sus creaciones, integrando en la arquitectura toda una serie de trabajos artesanales que dominaba él mismo a la perfección: cerámica, vidriería, forja de hierro, carpintería, etc. Asimismo, introdujo nuevas técnicas en el tratamiento de los materiales, como su famoso trencadís hecho con piezas de cerámica de desecho.
Estudió ocho años en la Escuela Provincial de Arquitectura, pero también asistió a clases de Estética y Filosofía. Se dice que dedicaba largas horas a la lectura y se ensimismaba ante los edificios islámicos, hindúes, la descripción de Egipto sobre la expedición napoleónica.
Le gustaba Shakespeare y a pesar de sus escasos medios económicos iba a todos los conciertos y representaciones de teatro clásico que podía, compraba libros usados, vestía modestamente. Relacionaba la arquitectura con poesía, mitología, botánica y astronomía era una idea que rescataba de los clásicos.
En algún momento dirá que “la elegancia es hermana de la pobreza, pero es necesario no confundir pobreza con miseria… Tuve una de mis primeras impresiones artísticas al ver trabajar a mi padre con los alambiques y serpentines de formas helicoidales, así empecé a imaginar en tres dimensiones. Tener la capacidad de ver y concebir en el espacio es un don de Dios”.
En 1883, con 31 años asumió las obras de la famosa catedra de la Sagrada Familia que habían empezado en 1882. Construyó el templo por trozos verticales realizando una parte de forma completa.
Se dice que hubiera querido desarrollar la planta según la diagonal de la manzana y, al igual que las catedrales góticas orientarla con los puntos cardinales, pero las obras ya estaban comenzadas y sentía un profundo respeto por los arquitectos y albañiles anteriores.
El ábside se decoró con serpientes, lagartos, dragones, sapos, representando las sombras que bajan por las columnas huyendo de la estrella que brillará en la cima: la Virgen. Las cresterías se adornaron con motivos del reino vegetal. También suprimió los contrafuertes del gótico y adoptó formas equilibradas como las parábolas.
En fin, por esta catedral emblemática y muchas obras más, Gaudí ha pasado a la historia como un gigante de la arquitectura. (O)